La COVID-19 y sus secuelas en el proceso de enseñanza-aprendizaje
Para los diagnosticados con algún grado de discapacidad intelectual ha sido difícil, en dos años de pandemia por la COVID-19, continuar con el proceso de enseñanza-aprendizaje, aunque el sistema educativo implantó el uso de la tecnología como herramienta de enseñanza alternativa.
Adrián Escudero fue diagnosticado con discapacidad intelectual leve a los 8 años de edad, un trastorno que obstaculiza el desarrollo normal de sus capacidades; pero que, con la ayuda de los profesionales de la salud mental, ha logrado manejar.
En la actualidad, con 11 años de edad y próximo a iniciar su sexto grado, se prepara para hacerle frente al reto del regreso a clases presenciales.
Con una gran timidez, pero con notable emoción en su rostro, Adrián manifestó su interés de retornar a la escuela y volver a compartir con sus maestros y compañeros.
Su mayor desafío para este año 2022 -cuentan sus padres- es vencer la timidez e inseguridad, situaciones que se acrecentaron con la llegada de la pandemia de la COVID-19.
«Esperamos que este nuevo año lectivo sea de provecho y que nuestro hijo logre alcanzar sus objetivos con el apoyo de nosotros, su familia y docentes», manifestó el señor Armando, padre del menor.
Señales o signos de alerta
- El niño no avanza con la rapidez o el ritmo que debiera, según el nivel en que está.
- Tiene dificultad para aprender la lectoescritura.
- No quiere asistir a clases.
- No puede concentrarse bien.
¿Ha afectado la pandemia el proceso de enseñanza-aprendizaje?
Por supuesto que sí, respondió la Lcda. María Esther Carrera, psicóloga del programa de Salud Mental de la Policlínica “Dr. Blas Daniel Gómez Chetro”, de la Caja de Seguro Social (CSS) en Arraiján, aduciendo que las dos poblaciones mayormente afectadas son los niños y adolescentes, quienes están en el proceso de desarrollo.
«El confinamiento, no tener los espacios adecuados para que el desarrollo motriz y que las relaciones sociales se den adecuadamente, ha traído como efecto problemas de ansiedad y depresión, lo que trae como consecuencia, probablemente, alteraciones en el proceso de enseñanza-aprendizaje por parte de los estudiantes y posiblemente de los educadores, si no han recibido una orientación o docencia adecuada para el manejo de esos grupos de estudiantes, con diferentes alteraciones en la parte emocional, y más que nada en las relaciones interpersonales», destacó.
Recomendaciones
Lo primero es buscar atención de un profesional que pueda ayudar a los padres a identificar cuáles son las dificultades del niño, tomar el espacio y tiempo para que el niño vaya recuperando la confianza en sí mismo, validar sus sentimientos, no utilizar las labores o las tareas escolares como una manera de castigo.
La especialista en psicología dijo que «el proceso de enseñanza-aprendizaje debe ser un proceso amigable, amable, que invite al niño y que lo motive a aprender».
Sugirió que se practiquen rutinas adecuadas, que se establezcan horarios en casa para que el niño sepa que tiene un tiempo y un espacio determinado para dedicarle a sus labores escolares y aprender.
Reportaje y foto: Arleth Yanisselli